«Es ir consolando el llanto
aceptando grises ojeras,
sangrar el veneno asentado,
respetar que la sonrisa hiberna»
Vivir en la Muerte –Mujer poesía
¿Qué es morir en vida? Hablemos primero de su polo extremo y peligroso…
Estoy segura de que alguna vez has escuchado que alguien «ha muerto en vida», es algo popular que se refiere a cuando alguien ya no siente que camina únicamente en esta realidad, si no que parte de sí está como en un lugar más oscuro, misterioso, místico… Y no es mentira, a estas personas se las nota de frente como si no estuviesen contigo del todo, como si vivieran en paralelo en otro sitio y tu simple conversación les estuviera molestando. Hay un sentimiento general de no querer quedarte mucho rato al lado de estas personas, como si fuesen a absorberte a su mundo oscuro, pero ¿sabes qué?, ellas son el reflejo de que esto también ocurre en ti aunque no quieras ni oír hablar del tema. Aunque en tu caso este proceso dura unos minutos, horas, en definitiva, «menos tiempo» que a ellas sí, no solo a ellas les pasa: hay partes en todos nosotros que constantemente visitan una especie de cementerio o bosque interior algo quemado, donde el dolor se va allí a descansar, a un lugar al que yo llamo «el infamundo interior», también conocido como «El Hades» según la mitología griega. Al principio, en el caso peligroso con la vida, esa persona está entre aquí y allá, pero poco a poco se va acomodando a su inframundo y cada día le cuesta ver más el sentido de por qué iba atener que caminar conscientemente por nuestro mundo cuando allí está más cómodo/a. El problema surge cuando no se sabe/quiere regresar a la vida una vez se pisa esa tierra (como es el caso extremo), porque el bosque ha llegado a una calcinación tal que el shock no sabe ni por dónde dejarte empezar a replantar, plantándonos a nosotros en su lugar allí semanas, meses o años. Porque cuando tu naturaleza interna no te ve activamente el jardinero/a de su propio paisaje, va a mover sus montañas por su cuenta pillándote a ti en medio. Ahora pensarás que no todo el mundo huye del lado de estas personas o de cuando tú estás así, y es verdad. Los profesionales y las personas que no temen su inframundo (con sus sombras, lodo y ramas secas,) que lo comprenden y lo han conquistado como una parte más de ellos, tampoco temen el de otra persona.
Pero vamos a rebobinar un poco y a ser más sinceros. Nadie nos enseñó desde pequeños que dentro de la vida se puede morir varias veces, de hecho, ¡nadie nos dijo que eso iba a formar parte de nuestra vida adulta!, únicamente que había personas muy tristes y que tú no debías estarlo. ¿Por qué?… Miedo. Nuestros mayores en su mayoría no se han parado jamás en la vida para coger capa y bastón, y adentrarse en sus Hades para luego explicarte como tienes tú que convivir con el tuyo. No es que haya que reprocharles esto. Antes la prioridad era sobrevivir, y gracias a los esfuerzos de nuestros mayores, ahora nuestra generación puede pararse a invertir en normalizar la educación emocional y salud mental.
Yo estoy aquí para decirte que no tienes nada que temer, que es posible convivir con el inframundo interno de una manera sana, y te voy a explicar cómo, porque ir vas a ir, y es mejor que sea intencionadamente que porque una situación te coja con su mano gigante y te lance de cabeza.
Imagínate tu bosque interior. No sé en qué estado está la naturaleza, pero tú sí. No temas el sentimiento que te surja cuando lo reconozcas, es normal que no parezca el paraíso precisamente si desde hace demasiado no entras allí por miedo a tus emociones o lo que te puedas encontrar.
Demasiadas frases difíciles de culpa, resignación y vergüenza resuenan entre las copas de esos árboles, muchos arbustos estarán resecos porque la última vez que lloraste no dejaste que durase lo que tenía que durar, las rocas de lo que considerabas pilares en tu vida se han erosionado y cubren con su polvo muchas hojas secas. A lo lejos, los pinos luchan contra el viento de todo a lo que te resistes y aguantan en pie por el hecho innegable de todo lo que sabes resistir. Tu niño interior puede estar jugando cerca de ellos con el lodo de un pantano que en su día, cuando eras pequeño/a, lucía como un manantial cristalino en cuyas aguas vivían cisnes y patitos. Temes que podría ser tragado/a con un paso en falso. La resina de los árboles ha cristalizado, atrapando en su interior las imágenes de los sueños que una vez tuviste, las lápidas de lo que has perdido están descuidadas, ya no les llevas flores dentro de ti porque odias la pena que su presencia te provocan. Es doloroso.
Todo eso es un cúmulo de pequeñas muertes que, al no haber sido atendidas a tiempo, se han acumulado hasta crear un paisaje de terror para ti que intentas evitar a toda costa. Lo evitas distrayéndote comiendo demasiado, comiendo demasiado poco o nada, con ese juego que puede engancharte o ese ritual exacto de cada día. Con el vino o el alcohol, las compras compulsivas, la adicción a las redes sociales, la presión por ser alguien valorado, querido o admirado. Con la expareja que tiene libre acceso a ti cuando se siente un poco triste porque empatizas con su pena, con el amante en el que aún buscas sentir algo que te de «vida», durmiendo en casa de otros porque te da miedo pasar la noche contigo mismo/a, con los hijos que tienes creyendo que salvarán tu relación o darán sentido a tu realidad. Lo evitas, evitas entrar ahí porque es más sencillo quedarte en esa eterna espera, aguardando que esas personas te devuelvan todo lo que te esforzaste por ellas en algún momento, descansando de tu papel en la vida con las persianas abajo, controlando el orden de tu día con una rigidez que no te deja respirar, aceptando los planes de otros por pereza o poniendo excusas para salir porque en realidad nadie te habla de una forma que te llene…
¿Entiendes ahora cómo es posible que lo que hagamos en nuestro día a día se relacione tan estrechamente con la relación sana o tóxica que tienes contigo mismo? ¿Con tu inframundo?
Cuando dejas esas distracciones, cuando entiendes lo que estás intentando no enfrentar con ellas (ese terreno descuidado), empieza tu vida. Empieza la fase «vida» en la muerte. Como los rayos tímidos del sol a primera hora de la mañana, un día entras y te quedas cinco minutos. No puedes ver el paisaje, pero le echaste un vistazo rápido. Al día siguiente después del trabajo, te sientas en la esquina de la cama y cerrando los ojos regresas. Esperas otros cinco minutos. Abres los ojos y te duele ver tanto que hacer para ti, te vas. Pasa el tiempo. Un tiempo que depende de cada persona. No hay un tiempo mejor ni peor, ni nadie que lo haga mejor ni peor, pero pasa el tiempo. En algún punto le das una patada pequeña a algún rastrojo seco. Ese rastrojo fue que ayer escondiste tu opinión otra vez. Y pasa el tiempo. Poco a poco aprendes lo que es «Vivir en la Muerte», es decir, empezar a encargarte en vida de todos aquellos aspectos que te hacen sentir muerto/a. Si eres constante, si eres consciente de todo lo que hay por cuidar, empezarás a ver un ligero cambio en el paisaje. ¡Qué emoción! Un brote verde de aquel proyecto que abandonaste en la adolescencia está brillando porque has recordado que había un tú antes de casarte o divorciarte o formar una familia o de ser en definitiva «de otra persona». Unos cuantos rosales están asomando cerca del pantano… Son las cosas bellas que empiezas a hablar sobre ti mismo/a y lo que superas cada día, tienen pétalos de reconocimiento y hojas de autocompasión profundas, vale, tienen espinas porque intentan protegerse de las malas palabras que aún te dices, pero es una defensa tolerable ;). Un día apareces por allí un cincel y un martillo y nombras con propiedad esas lápidas. Les pones semillas del rosal a cada una, porque sabes que las cruces también necesitan palabras amables y tolerantes… Muy tolerantes contigo mismo y durante mucho tiempo, además, las espinas ayudarán a que no cualquiera te haga daño con sus comentarios a lo que te hace vulnerable. A los meses aparece un pájaro. NO te lo crees. Parece que te sientes un poco más libre de todo. Estás aceptando que tu sonrisa hiberna, que no pasa nada por estar mal, que te va a llevar lo que haga falta le pese a quien le pese. Ese pájaro ha aparecido porque hace poco nació un río de la montaña que está empezando a arrastrar las ramas de las creencias que ya no te sirven, la negatividad que cortaba el cauce hacia los que no son como tú, los troncos partidos por los rayos de todas las rabias expresadas o no que se te llevaron por delante. El agua empieza a filtrarse por las rocas que eran esos pilares para ti. Dejas que limpien tus exigencias y las dejas ir. La gente te dice que pasas mucho tiempo contigo mismo últimamente, pero tú les respondes que no se llega a mariposa sin antes pasar un tiempo dentro de una crisálida. Si no son capaces de respetarlo ni de acompañarte, que no molesten. Ahora entiendes a esa persona que vive en el extremo de «muerte» constante, porque esa persona debe estar agotada de que el aire que respiran sus pulmones en su inframundo no sea sano. Entiendes que los dolores son personales para cada uno y no existe que alguien sufra más que otro, porque no sabemos lo que otros han podido pasar al completo. Ahora sabes que dentro de un corazón no hay una sola cosa, hay una multicausa.
Como digo… No se sabe el tiempo, pero poco a poco aprendes a entrar y salir de tu Hades. Aprendes a verlo como un tiempo de «revisión» cuando ya está atendido y cuidado por ti sin pretender que nadie te haga ese trabajo. Aprendes a respetar los avisos de sirena roja cuando se encienden en busca de tu presencia porque algo dentro de ti necesita revisión: ¿por qué? porque las heridas son cíclicas, muchas cosas las pueden activar y vienen cuando uno menos se lo espera. ¡Siempre hay que estar listos para darse un paseo interior! Aquí no se trata de hacer este trabajo para irte y nunca más volver. No. Se trata de que dejes de temerle a tus sentimientos y situaciones duras, difíciles, traumáticas… Se trata de que te sientas libre de ser tú mismo con todo lo que has pasado, porque lo que has pasado tiene un sitio bonito en el que descansar al haberte atrevido a llenar tus manos de tierra. Sabes que los tesoros mas profundos de ti no están a la vista y acceso de cualquiera. Te ha costado demasiado ese trabajo como para dejarlo al azar. ¡Já! tampoco ya te vale cualquiera que te muestre afecto o cariño, porque a veces estas personas vienen con un letrero de su inframundo en el que reza: Te quiero si te encargas de mí.
¡Entonces! En algún punto vas a vivir en el mundo, sabiendo que en tu inframundo solucionas las cosas, porque tu nuevo yo no las entierra bajo las alfombras de musgo. Tu nuevo yo habla, se comunica, es claro, no teme decir lo que piensa ni lo que necesita, y sabe que hablando y actuando es la única manera de solucionar un conflicto. ¿Vas a perder relaciones por el camino? ¡No! No es una pérdida, es una ganancia. Ganas en un sexto sentido que te acercará a los que también saben encargarse de sí mismos sin buscar que lo hagas tú, gente sana con apegos seguros sin ambivalencias que te dejen sin saber cómo actuar con ellos si te atreves a ser tú. Como tú te celebras, las nuevas personas que aparezcan en tu vida también lo harán con tus ideas, existencia, intensidades.
El ciclo de la vida es este: Estás mal, estás bien, vuelves a estar mal, vuelves a estar bien. Así aprendemos, así crecemos, así somos humanos. Mi profesora de árabe me dijo una vez: «Amar y sufrir es la única forma de vivir con lentitud… y dignidad». Ella no lo sabía, pero ahí también hablaba de este ciclo, uno en el que no quiero en el que te estanques en ninguna de las fases. Si te estancas en la muerte, no llegas al aprendizaje que encierra lo difícil, pero tampoco te deseo que te estanques en la vida ¡porque paradójicamente pasaría lo mismo!
Vida-muerte-vida. No existe la vida sin muertes, porque esas muertes son la única puerta para que vuelvas a vivir. Por eso… como dice al final la poesía:
«La feminidad te sustenta
y será la que impulse tu camino de vuelta.
Es la segunda vez que naces,
pero es sabio decir que, no importa cuantas sean.»
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