El ser humano siempre ha buscado el placer de la vida, el bienestar y el sentirse bien. ¿Pero qué nos está pasando ahora? Pienso que La felicidad está siendo sustituida por los placeres inmediatos, así que antes de hablarte de ellos, te hablaré de la felicidad: Que nadie te engañe… La felicidad nunca va a ser encontrada en los grandes momentos que esperamos alcanzar, puesto que esos se marchan conforme llegan como si de una montaña rusa se tratase, regresando a planear nuevos retos para querer alcanzar la próxima meta con la que ya «de verdad» esperamos encontrar la felicidad. Esto no es y nunca ha sido la felicidad. La felicidad se encuentra en los pequeños momentos del día de hoy, no en los grandes logros, las grandes hazañas… De hecho, de manera muy temprana nos pensamos que cuando tengamos un trabajo estable seremos felices, cuando reunamos este dinero, cuando tengamos una casa, cuando tengamos pareja, nos casemos… Luego cuando tengamos hijos. Cuando se tienen hijos, se desea que los bebés crezcan un poco para poder hablar con ellos y podamos dormir más, luego deseas que lleguen a la adolescencia porque ahí serán más conscientes y adultos, pero cuando llegan a la adolescencia estamos deseando que sean mayores para que «esa fase» se les pase de una vez… Luego piensas que cuando se independicen tú harás muchas cosas, pero tampoco te sientes del todo como esperabas, pero bah, seguro que en la jubilación «por fin podré ser feliz. Descansar y hacer lo que quiera», pero ahí tampoco encontramos la felicidad y puede alcanzarnos la muy conocida depresión de la edad de jubilación (si antes no lo hizo la de la «mediana edad»), y todo culpa de las expectativas sobre cuándo seremos felices. Bien. Si logramos ver que este no es el camino, y que la verdadera felicidad está en los pequeños momentos, sabiendo que cada etapa de nuestro desarrollo como seres humanos en esta vida va a conllevar sus retos y dificultades, aún nos queda enfrentarnos a una cosa más: El peligro de los placeres inmediatos.
¿por qué son un peligro? Porque la felicidad de los pequeños momentos ya no es suficiente. Prestarles atención a las cosas buenas del día a día ya no basta. Vivimos rodeados de comida deliciosa ultraprocesada, adicciones al estrés y a la sobreproducción donde el logro constante debe ser una máxima y… Luego tenemos las pantallas. Parece que para poder lidiar con las presiones de «ser», diseñamos recompensas instantáneas que nos hagan una especie de «regalo» por el esfuerzo de vivir. De sobrevivir en el tiempo que tenemos. Estas cosas pueden ser muchas, pero te haré una lista de algunas de hoy en día: Sexo por una aplicación, Sexo con alguien al azar en una fiesta, comida y picoteo, juegos virtuales, apuestas online, alcohol a x horas, tabaco y droga, inhaladores de sabores, horas de gimnasio obsesivas, meternos en Instagram y ver reels al azar nada más nos quedamos un segundo sin hacer nada, pasar las horas en Tik Tok, stalkear a alguien, vaciar nuestra adrenalina en comentarios que responden al odio por internet, porno, maratones de Netflix, sobrepensar en todo, ver las noticias todos los días en un intento de controlar la realidad, comprar ropa o cosas que no necesitamos etc. La lista de placeres inmediatos es muy larga.
¿Qué ocurre cuando sentimos que parte de esa lista es la que poco a poco ha ido ganándonos el terreno en la realidad hasta hacernos esclavos de una rutina diaria? Que nos disociamos un poco de nosotros mismos. Poco a poco nuestro cerebro se va acostumbrando a que sin placeres inmediatos, no vamos a ser capaces de enfrentar la vida diaria, pues los subidones de dopamina que genera cada placer inmediato y accesible, ha ido modificando nuestro cerebro de manera que hemos acumulado muchas adicciones sin querer y, ahora, no podemos salir de golpe de todas ellas por más que nos hayamos dado cuenta.
Hoy en día, los placeres inmediatos son capaces de llevar a las personas a una muy mala salud psicológica hasta el punto de olvidarse de quienes fueron una vez y necesitar ayuda terapéutica para regresar a su centro. Entender que no están locos ni nada por el estilo, si no que hay demasiadas capas de emociones almacenadas que sanar muy tapadas bajo el cobertor de los placeres inmediatos, que además se tratan en consulta como se trataban las adicciones antes porque es el mismo mecanismo para la mente.
¿Qué podría yo decirte sobre cómo retomar el control sobre tu vida y sentir que dejas la exclavitud a todo lo que te vuelva más y más «zombie» cada día? Es algo sencillo, antiguo y difícil: Practicar la voluntad, el sacrificio y el esfuerzo que tanto hemos olvidado porque ya todo lo queremos de manera fácil, para poder establecer límites sanos con nosotros mismos y con el mundo. Sé que nadie te ha enseñado a poner límites de los de verdad, pero es muy importante que ahora de adultos aprendamos a ponerlos. Seguro que tu madre o padre nunca te dijo: Cariño, ponme un límite aquí porque me estoy pasando y tengo que aprender a respetarte también como persona en tus gustos y necesidades… (escucho tu risa desde aquí). Entonces: Aprende poco a poco a ponerte límites a ti primero, y eso suena de la siguiente manera: ¿Que vas a comer dulces otra vez por impulso? Llama a tu voluntad y di: No. Esto lo hago mejor a esta hora del día estos días. ¿Que vas a ir al baño con el teléfono? Di: No, puedo ir sin el móvil y centrar mi respiración. ¿Que vas a mirar una red social mientras se calienta la leche? Pues te vas a la ventana en su lugar a mirar las nubes y apreciar las cosas que observas. ¿Y si te das cuenta de que acudes demasiado a una misma cosa? Intenta tomar distancia para observar por qué te ocurre esto y así reparar orígenes de una herida… Todo eso, claro, hará que también aprendas a ponerle límites a tu entorno, pero todo ser humano estable sabe ponerse límites también a sí mismo. Primero siempre hay que comenzar con nosotros.
Intenta pensar en metas cuyos logros se consigan a largo plazo por ejemplo, no de manera inmediata, porque eso te construye la voluntad, ese esfuerzo, esa capacidad de posponer la recompensa que tanto nos sana realmente. Que tanto nos acerca a vivir más despacio y sin tanta prisa. Pueden ser estudios, aprender un idioma nuevo, a tocar un instrumento de música etc… Pero las actividades que no nos dan recompensas inmediatas son mucho más sanas para la mente que vivir únicamente en base a lo que ahora podemos recibir. Ahí es donde vuelves a encontrar la felicidad. En la apreciación de lo bueno que hay hoy. Puede que el camino a los sueños o las metas no sean lineales y presenten obstáculos, y sin embargo es justamente eso lo que nos va construyendo valores, ética y moral.
Siempre diré que invertir en valores es de lo mejor que puede hacer una persona consigo misma en este tiempo de crecer que es la vida, y para eso, los placeces inmediatos que invaden nuestro día a día no nos van a ayudar a conseguirlos (los que se hacen automáticamente ya sin plena conciencia). La olvidada disciplina, por ejemplo, nos mantiene el foco en muchos otros valores personales buenos como la paciencia, la tolerancia a la frustración o equilibrio.
Conócete sin miedo. No te juzgues. Busca a una persona al menos con la que puedas hablar de todo aquello de lo que te des cuenta, porque compartirlo ayuda muchísimo a poner un paso firme hacia la rectificación, ya que perderse en estos tiempos es mucho más fácil que antaño.
Darnos cuenta de esto es algo clave, porque nos dirigimos a un mundo cada día más digital de facilidades y accesibilidad tanto a lo bueno como a lo malo, y vivir dependiendo del placer que nos puede dar algo, no solo es un peligro, si no que es una sentencia de exclavitud a corto y largo plazo, con unas consecuencias terribles para una mente que no es todo lo que somos al completo por más que nos identifiquemos con su historia (la nuestra). No podemos vivir exclavos de la mente y su percepción, sus creencias y la historia que nos cuenta de nosotros mismos, pues ella solo es una herramienta puesta a nuestro servicio y a veces, la cargamos tanto con el peso de nuestro papel, que termina persiguiendo los placeres inmediatos para tener un «break» de tanta presión que ponemos sobre ella. Cuestiónate. Conócete. Reconecta con un yo muy libre de estímulos constantes de luz, movimiento y sonido hace muchos años. Yo sé que puedes salir de tu propio bucle y que los placeres inmediatos se conviertan lentamente y con tu propio entrenamiento, en la felicidad de los simples momentos del día a día de hace tanto. Se puede lograr. Recuerda: «que esté ahí, no significa siempre que haya que usarlo o hacerlo».
Con amor,
Eloise Wildheart